¿Por qué debería apoyar la independencia de Catalunya?

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de Aitor Terradellas , Miembro de Embat. Publicado en El Salto

Seamos sinceros: hay una gran parte de la población catalana que no se siente representada por la estelada, ni por Els Segadors ni por el Barça. Tampoco se siente representada por el bloque parlamentario de Junts Pel Sí. Pese a eso, no podríamos decir que la sociedad catalana tenga un posicionamiento de derechas, pues los dos principales partidos que representan a los y las catalanas en el Parlamento español son En Comú Podem y Esquerra Republicana de Catalunya. Así que, ¿porque deberían estas personas estar interesadas por un proceso encabezado por el PDECat, el partido heredero de CiU?

Existe un sector bastante amplio que defendemos la independencia por algo más que por puro nacionalismo. Es más, no nos fiamos de Puigdemont ni un pelo. Así pues, ¿porque salimos a defender las urnas el 1 de Octubre, hicimos huelga el martes siguiente y celebramos la declaración de independencia?

Defendemos que, para que cambie algo en el conjunto del Estado español, debe haber un cambio importante y profundo que reordene el tablero de juego: una ruptura

Nos encontramos ante un embate político y social, nada cambia realmente y cada tantos años se repite un ciclo que nos deja donde empezamos. Defendemos que, para que cambie algo en el conjunto del Estado español, debe haber un cambio importante y profundo que reordene el tablero de juego: una ruptura. Esta ruptura puede venir de muchas formas (el 15M, la irrupción de Podemos y las coaliciones) y ahora mismo, está cogiendo la forma de la independencia de Catalunya.

No solo defendemos la independencia como un golpe profundo a las corruptas instituciones gobernadas por el PP, sino también como una oportunidad para llevar a cabo un proceso constituyente.

¿Qué diablos es un proceso constituyente?

Al hacer efectiva la declaración de independencia, estaremos ante la creación de un nuevo país y, para ello, se deberá escribir la Carta Magna (una constitución) sobre la que se basará la política, las leyes y los derechos de la población. Este proceso ha pasado en países tan variopintos como Ecuador, Bolivia o Eslovenia.

En la Llei de Transitorietat Jurídica aprobada por el Parlament de Catalunya, se estipula que, después de los resultados del referéndum, se abrirá una etapa de seis meses en la que habrá debates abiertos y otros procesos participativos en los que la población tendremos la oportunidad de decidir como queremos que sea este nuevo estado.

Además, en todo este tiempo, se espera votar hasta tres veces: una para formar la Asamblea Constituyente, el órgano gubernamental que debe velar por este proceso, otra para aprobar o rechazar el escrito y, una tercera para elegir al primer Gobierno de la República Catalana.

Ojo, que un proceso constituyente va mucho más allá que la redacción de una constitución. Para que esta represente a los intereses de una gran parte de la ciudadanía debe esta la que lidere el proceso y deje de ir al remolque de los intereses de los políticos.

A la capacidad de la población para incidir sobre esta etapa se le llama poder constituyente. Este poder debe hacerse valer y expresar su voluntad sin ataduras. Aquí hay la oportunidad de exigir todas esas reivindicaciones sociales que llevan años gritándose en nuestras calles y plazas: el fin de los desahucios, el incumplimiento de la deuda, la recuperación de los derechos laborales y de expresión, la derogación de las leyes de extranjería, el cierre de los CIEs, acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres… pero también sería el momento de apostar por todo aquello que nunca nos hemos atrevido a proponer. El formato de las instituciones, nuestro papel como ciudadanía, una nueva organización territorial, o métodos para revocar leyes injustas y cargos corruptos… todo esto son propuestas que, con un sociedad organizada, pueden conseguirse.

Por otro lado, nos tocará rebatir todas estas ideas ante quien busque sus propios intereses y otros que no compartimos, por lo que nuestro papel no debe ser solo estimulante, sino también imprescindible.

Todo este proceso no solo debe interesarnos para nuestro pequeño territorio a orillas del Mediterráneo. Una ruptura de estas características afectaría a otros puntos de la península ibérica

Podemos tener bastantes esperanzas en que sea el propio pueblo llano el que encabece este importante momento, pues durante este último mes hemos visto como tenemos la capacidad de defender nuestros derechos más fundamentales, de ser capaces, a través de los sindicatos, de impulsar una huelga a la que se sumen hasta sectores de la patronal y de exigir a los políticos que hagan efectiva la voluntad popular.

Más allá de un nuevo estado Catalán

Todo este proceso no solo debe interesarnos para nuestro pequeño territorio a orillas del Mediterráneo. Una ruptura de estas características afectaría a otros puntos de la península ibérica. Defender el derecho a la autodeterminación daría alas a reivindicaciones en otros territorios como Euskadi o un trato más especializado en zonas como Andalucía. Esto podría ser el punto desde donde se articule una alternativa de izquierdas que haga frente al sector más reaccionario de la política española y se pueda hablar de Cambio, en mayúsculas.

El proceso constituyente es el único cambio posible

Es importante resaltar la apuesta por este proceso y no por otros. Opinamos que, en menos de cuatro años, no habrá ningún cambio significativo en la política española a menos que se declare la independencia de Catalunya. Como mucho, podemos tener esperanza en que, en las elecciones generales de 2020, los partidos progresistas puedan generar un bloque que lleve a la reforma de la constitución de 1978. Este escenario es bastante improbable (dadas las encuestas, el PP sigue reforzado en todo el territorio) y una reforma constitucional no nos asegura que haya cambios profundos.

Por eso, apoyar la independencia de Catalunya y el posterior proceso constituyente es una solución al embate en el que se encuentra la sociedad catalana, pero también la española.

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